LA REHABILITACIÓN

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El cerebro controla el funcionamiento de todo el cuerpo. Ciertas zonas del cerebro regulan las funciones básicas del organismo, como la respiración, la presión arterial y el ritmo cardíaco. Otras zonas controlan funciones más complejas, como el movimiento, el pensamiento, el habla y la memoria.

El cerebro es el centro de control del movimiento, del sueño, del hambre, de la sed y de casi todas las actividades vitales necesarias para la supervivencia. Todas las emociones humanas como el amor, el odio, el miedo, la ira, la alegría y la tristeza están controladas por el cerebro. También se encarga de recibir e interpretar las innumerables señales que se envían desde el organismo y el exterior.

Es, además, el sector que rige los movimientos voluntarios y el desarrollo de las facultades intelectuales: pensamiento, memoria, voluntad.

Cualquier lesión cerebral puede producir una alteración de las funciones cerebrales que pueden provocar déficits más o menos numerosos, leves o graves, a nivel físico, cognitivo, emocional y social pudiéndose manifestar bajo una o varias de las siguientes dimensiones:

- La dimensión física.

- La dimensión cognitiva.

- La dimensión afectiva.

- La dimensión familiar.

- La dimensión social.

- Las dimensiones escolares y profesionales.

Estos déficit hacen que la diversidad de los profesionales que se necesitan para la adecuada rehabilitación de las personas con un daño cerebral adquirido sea amplia: no hay una persona que pueda poseer todos los conocimientos ni habilidades necesarias para hacer frente a la variedad de problemas que suelen acompañar a este tipo de lesiones.

Las lesiones internas provocadas por aneurismas, infartos y tumores suelen provocar unas lesiones bien delimitadas que afectan generalmente a un área específica del cerebro. Cada parte del cerebro se encarga principalmente de unas pocas funciones motoras sensoriales y mentales, por ello estas lesiones pueden provocar alteraciones muy concretas en el funcionamiento, como incapacidad para hablar (afasia), dificultades para deglutir (disfagia), parálisis en una mitad del cuerpo (hemiplejía), alteraciones del equilibrio, la marcha, dependencia en la realización de las actividades de la vida diaria (básicas e instrumentales), problemas de memoria, atención, etc.

Los TCE suelen provocar déficit más generales, ya que la totalidad del cerebro se suele ver afectada por el impacto o por la posterior inflamación cerebral. Puede haber una pérdida o disminución de las capacidades motoras y sensoriales. Pérdida de atención, memoria, orientación espacio-temporal, disminución en la comprensión abstracta son algunos de los déficits cognitivos más comunes. Entre las alteraciones emocionales y del comportamiento la depresión, la apatía, la desinhibición y la agitación son comunes. Todas estas alteraciones suelen reflejarse en un deterioro de las relaciones sociales que la persona mantenía antes del accidente.

No hay que olvidar tampoco que todas las facetas del comportamiento humano influyen unas en otras. Por ejemplo, una pérdida de memoria puede conducir a comportamientos de impaciencia; algunas deficiencias físicas o intelectuales pueden provocar una desvalorización de sí mismo y una pérdida de motivación, etc. Esto explica en parte por qué la integración familiar, social, escolar o profesional puede llegar a ser bastante difícil en estas personas. Cuando queremos hablar de las consecuencias negativas, que producen una estabilidad y una falta de evolución en el paciente, de un traumatismo o de una enfermedad, se utiliza la palabra secuela. Las secuelas pueden tomar la forma de deficiencias (diagnósticos médicos, neurológicos u otros) o de discapacidades (dificultades en la vida cotidiana, como resultado de las deficiencias).

Es difícil determinar el nivel de recuperación de un paciente porque hay factores que intervienen en el proceso. Como regla general cuanto más grave sea la lesión peor es el pronóstico. La cantidad de cerebro dañada por un tumor, una hemorragia, un objeto penetrante pueden ser observadas a través de un escáner o una resonancia y pueden indicar la gravedad de la lesión. El nivel de conciencia al ingresar, tiempo de permanencia en coma, y duración de la amnesia post - traumática son los mejores indicadores de la gravedad de la lesión. Sin embargo el cerebro nos sorprende de vez en cuando y personas con lesiones severas pueden llegar a funcionar mejor que personas con lesiones leves.

Cuando se produce un DCA la mejor forma de ayudar a la persona a superar la lesión es ayudarle a entrar en un programa de rehabilitación transdisciplinar especializado en el daño cerebral. La diversidad de los profesionales que se necesitan para la adecuada rehabilitación de las personas con un daño cerebral adquirido es muy amplia. Se debe proporcionar la atención médica y farmacológica adecuada y también rehabilitación de las áreas de:

- neuropsicología (rehabilitación cognitiva, afectivo comportamental y psicosocial)

- fisioterapia (rehabilitación motórica)

- logopedia (rehabilitación de los trastornos del lenguaje, del habla, de la voz y de la

deglución)

- terapia ocupacional (trata de proporcionar la máxima capacitación de la persona para alcanzar el mayor grado de independencia posible en su vida diaria, trabajando para ello sobre los déficits que presentan ya sean físicos, cognitivos y sociales del individuo)

- además de otras figuras como el psiquiatra, psicólogo, trabajador social, etc.

La rehabilitación temprana por parte de un equipo especializado en Rehabilitación Neurológica puede significar una gran diferencia en la recuperación de la persona con DCA.

Para lograr una adecuada continuidad de servicios a los pacientes y sus allegados es necesario considerar un modelo de intervención que incluye diferentes etapas, cada una de ellas con objetivos distintos:

En primer lugar, el objetivo básico es un adecuado tratamiento médico que consiga la estabilización médica, (fase crítica - aguda) evitando las posibles complicaciones y preparando al paciente para el proceso de rehabilitación. En esta fase participan diferentes especialistas médicos (neurocirujanos, médicos intensivistas, neurólogos, enfermeras, auxiliares, etc.).

Lo más precozmente posible ha de comenzar la fase de rehabilitación física (motórica) y cognitiva por parte de un equipo especializado que trabaje de forma transdisciplinar, cuyo objetivo es desarrollar el máximo nivel de autonomía física, recuperación cognitiva y emocional, favoreciendo en la medida de lo posible la independencia para las actividades de la vida diaria. En esta etapa, que engloba la fase aguda, subaguda, postaguda y crónica, algunos de los profesionales más importantes son los neurólogos, médicos rehabilitadores, psiquiatras, neuropsicólogos, fisioterapeutas, logopedas y terapeutas ocupacionales.

Pero, todavía no es suficiente. Es necesario considerar una tercera fase que tiene como objetivo la integración social y el regreso a las actividades que la persona llevaba a cabo con anterioridad al daño cerebral. Facilitar la vuelta al colegio, a una actividad laboral u ocupacional, a programas de ocio y de residencia, a la consecución de diferentes prestaciones sociales,…

Fuentes:

Vídeo e Imágenes

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